¿Realmente Jesús tenía que morir?
Un blog que replantea la muerte de Jesús como un asesinato humano, no un mandato divino, y muestra cómo la vida y la muerte siempre han estado entrelazadas.
Bastián Ángel, Rob Bell
5/8/20243 min read


¿Realmente tenía que morir Jesús?
No.
Jesús no tenía que morir.
Fue asesinado.
Pero no nos adelantemos todavía. Primero, te pregunto algo:
¿Comiste hoy?
¿O planeas comer más tarde?
Seguramente sí. Y si lo hiciste, tu plato probablemente incluía algo que estuvo vivo: una planta, o quizás un animal.
Para que tú vivieras, algo tuvo que morir. La fruta que arrancaste, el grano que cosecharon, el animal que sacrificaron.
Así funciona el mundo.
La vida se sostiene sobre la muerte.
Tu vida depende de otra vida que terminó.
La muerte es el motor secreto de la vida.
Cuando alguien muere salvando a otro, decimos que su muerte fue “inspiradora”. ¿Y qué significa inspirar? Significa dar vida.
Lo mismo ocurre en la naturaleza: en invierno todo parece morir, pero en primavera todo resucita. Las hojas, las flores, la vida misma.
Incluso dentro de ti mismo: cada minuto mueren 300 millones de células en tu cuerpo para dar lugar a nuevas.
La muerte y la vida son un mismo latido.
Entonces, ¿Qué pasa cuando leemos en la Biblia que una muerte genera nueva vida?
No estamos ante una historia nueva.
No es una idea extraña ni caprichosa.
Es un eco de algo que ha estado sucediendo desde siempre.
Y por eso las historias de muerte y resurrección no son exclusivas del cristianismo: aparecen en muchísimas culturas antiguas.
Porque los escritores de la Biblia no inventaron realidades: dieron testimonio de ellas.
Captaron en palabras cómo es realmente el mundo:
Misterioso, doloroso, lleno de belleza y tragedia.
Ahora volvamos a Jesús.
¿Por qué murió?
Porque lo mataron.
Fue traicionado, arrestado, ejecutado en una cruz.
En un mundo brutal, gobernado por sistemas militares, religiosos y económicos que aplastaban cualquier amenaza, Jesús fue visto como un problema. Y los problemas, en aquella época, se eliminaban rápido.
No murió para cumplir un ritual místico.
Murió porque el poder teme al amor libre.
Así va la historia.
Y luego, según los Evangelios, algo insólito ocurrió:
se apareció a sus discípulos.
Los envió a enseñar, a sumergir a otros en el amor de Dios.
Y luego, se fue.
Sus seguidores, lógicamente, quedaron perplejos.
¿Qué acababa de pasar?
Así es la vida: experimentamos, sufrimos, y después intentamos interpretar el caos.
La Biblia no cayó del cielo escrita en letras de oro.
Fue creada por personas reales, en lugares reales, atravesando eventos dramáticos y tratando de entenderlos.
Por eso, cuando preguntas "¿por qué Dios lo hizo así?", no obtienes respuestas satisfactorias.
Es la pregunta equivocada.
Los primeros cristianos interpretaron la muerte de Jesús a través de la lente que conocían: el sistema de sacrificios.
Un sistema que ellos mismos, como todos los pueblos antiguos, habían creado para intentar lidiar con el miedo, la culpa y la necesidad de mantener contentos a sus dioses.
Dios no necesitaba sangre. Nosotros sí.
El sistema de sacrificios evolucionó porque los humanos necesitaban un lenguaje ritual para su culpa, su dolor, su búsqueda de paz.
Jesús no murió para calmar la sed de un dios vengativo.
Murió porque enfrentó la injusticia y el poder de su tiempo.
Y sus seguidores, al ver la inocencia con la que murió, vieron algo nuevo:
Vieron que su muerte cerraba para siempre el ciclo de violencia, miedo y sacrificio.
Vieron su resurrección como la validación de un nuevo modo de vivir: uno basado no en el miedo, sino en el amor, en la entrega, en la confianza radical.
Por eso Jesús sigue inspirando hoy.
Su vida, su muerte y su resurrección siguen siendo palabras vivas, respirando en nosotros, preguntándonos, llamándonos a una existencia más alta.
Todavía nos conmueve.
Todavía nos cuestiona.
Todavía nos da vida.
Bastián Ángel, Rob Bell ¿Qué es la biblia?.

